03/05/2022: Breve historia de los lazaretos en el mediterráneo occidental

Sesión científica. – Día 3 de mayo de 2022 se celebró en la sede académica de Can Campaner la sesión científica “Breve historia de los lazaretos en el mediterráneo occidental”.

Presentó al conferenciante el académico numerario M. Il. Sr. Pere Riutord Sbert, y moderó el coloquio el Sr. Vicepresidente de la RAMIB M. Il. Sr. Arturo López González.

La ponencia fue llevada a cargo por el Dr. Joan Enric Vilardell Santacana, Arquitecto residente en la isla de Menorca.

El año 1347, una flota genovesa de doce galeras que huía de la invasión tártara de Crimea llegó al puerto siciliano de Mesina. Aquellas naves eran portadoras de un virus que en el breve periodo de cuatro años hizo morir una tercera parte de la población europea, en una pandemia conocida como la Peste Negra, también llamada bubónica; o mal deglànola, en catalán. Convertidas en foco de propagación hacia el interior del territorio, la peste entraba por las grandes ciudades portuarias del Mediterráneo a través de las rutas comerciales, esparciendo la muerte por el continente.

Con los aparatos políticos paralizados, los europeos sufrieron una completa desorganización social y económica. Para salvar la vida, muchos huyeron de la ciudad, pero el gran éxodo se produjo en el mundo rural por el abandono del campo y la desaparición de pueblos con importantes repercusiones sobre el bolsillo de la nobleza falta de brazos para trabajar la tierra. Pero los hombres de aquellos tiempos, que no podían comprender la naturaleza de aquel mal, sospechaban que la enfermedad era enviada por los aires, pasando de unas personas verso otros por vía respiratoria. Retomando teorías de la Antigüedad, consideraba la existencia de miasmas surgidos de la humedad del aire. La prevención pasaba, pues, por el aislamiento de los afectados.

A tal fin, surgieron instituciones sanitarias específicas inicialmente ligadas en el mundo religioso y se hicieron construir edificios para la reclusión en régimen de cuarentena de personas, animales y mercancías a los principales puertos mediterráneos y atlánticos, pero también a ciudades del interior.

El primer lazareto fue levantado a la laguna de Venecia, en 1423, en un islote abandonado donde se levantaba un antiguo monasterio con una capilla consagrada en Santa Maria de Nazaret, delegando la gestión a los eremitas agustinianos de la vecina isla de San Lázaro, donde se había recluido a los afectados por la lepra. Reservada la parte antigua a la administración del centro, el resto del islote fue “dividida y subdividida en gran número de apartamentos, grandes y pequeños, para la recepción de pasajes con entradas separadas y cada hilera de ellos con patio abierto en su frente” (Howard, 1791).

A partir del primer lazareto de Venecia, otros puertos del Mediterráneo iniciaron la construcción de sus recintos, destacando los principales de Génova, Liorna, Trieste y Marsella, destinados al alojamiento de pasajeros y mercancías llegadas con barcos afectados por brotes epidémicos a bordo. Otros puertos del litoral mediterráneo, principalmente aquellos  emplazados en las islas, también siguieron el ejemplo dotándose de los respectivos lazaretos. Son los casos de La Valletta, Cagliari, Ajaccio, Mesina, etc.

En este contexto, ni la administración austríaca ni la borbónica promovieron ninguna política sanitaria efectiva en el ámbito del estado español. Hasta finales del siglo XVIII, la prevención sanitaria en los puertos peninsulares dependía, como en otros países, de las iniciativas locales. Pero bajo la política centrista iniciada por Felipe V se declararon Barcelona y Cádiz puertos de entrada marítima al país creando la Junta Suprema de Sanidad del Reyno, con delegaciones a los principales puertos costeros. Aun así, la ausencia de lazaretos no se podía compensar con la instalación de pequeños barracones rodeados de vallas de piedra, madera o alambre. En estas condiciones, y a pesar de las sucesivas reclamaciones de las administraciones locales, las cuarentenas se solían realizar a bordo de los propios barcos. Es bastante indicativo el caso de Barcelona, con la solitaria presencia de un cobijo carecido de un muelle de embarque en el ámbito costero de San Martín de Provenzales, junto al cementerio del Este.

No era diferente la situación en las Islas Baleares que, ya desde el siglo XV, dispusieron de las correspondientes instituciones sanitarias o juntas de Morberia, también carecidas de instalaciones eficientes, a menudo provisionales, para la ventilación de mercancías y el confinamiento de pasajeros. Centralizada la política sanitaria en Palma de Mallorca, se habilitaron la cala de Oporto Pi y la conocida Torre de Paraires como lugares de cuarentena.

No será hasta medios del siglo XVII que se levante un lazareto a Palma, en un paraje próximo a las murallas de la ciudad, hoy llamado “Jardines de la Cuarentena”.

La grave mortandad causada por la epidemia pestífera de Marsella y la Provenza en 1720, unida a la negligente política sanitaria de Junta de Palma que centralizaba el control sanitario insular, va condujo a la habilitación portuaria de Alcúdia en 1755 y a la construcción de un pequeño lazareto de planta rectangular de 60×40 m (Cortés Verdaguer, 2011).

Recuperada la isla de Menorca, la monarquía borbónica apostó por la construcción del Gran Lazareto Marítimo Español en el puerto de Maó, todo impuesto la cuarentena en esta rada a todo barco procedente de lugares sospechosos de contagio antes de ser admitido a cualquier otro puerto español.

Así las cosas, con la puesta en marcha del lazareto maonés en 1817, los lazaretos de Palma, Alcúdia y Sóller (1850) redujeron su actividad a la función de alojar temporalmente en navegantes y marineros. La aparición en suelo europeo de nuevas epidemias debidas al cólera y la fiebre amarilla acelerará la construcción de lazaretos a lo largo del siglo XIX, especialmente en el litoral atlántico. A finales de la centuria, los avances de la microbiología, los acuerdos internacionales y el descubrimiento de las vacunas hicieron innecesarios los lazaretos. Abandonados y en estado de escombro, los conjuntos mallorquines, igual que la mayor parte de los lazaretos mediterráneos, fueron destruidos o mutilados por las necesidades impuestas por el crecimiento residencial y del comercio marítimo a lo largo del siglo XX. La mayor parte de aquellos que han sobrevivido, fueron reconvertidos para el uso militar o rehabilitados como centros culturales de titularidad pública o privada al servicio de la población.

La ponencia fue seguida con gran interés por el público asistente finalizando con el habitual debate posterior a las ponencias.

Puede visualizar la sesión científica en el canal de youtube de la corporación siguiendo el siguiente enlace: