Historia

ANTECEDENTES REMOTOS 

La Academia Médico-Práctica de Mallorca, creada en 1788, es el antecedente de la Real Academia de Medicina de les Illes Balears. Anteriormente se havian fundado en España otras, como la Regia Sociedad de Medicina y Ciencias de Sevilla, que fue constituida en 1697 y cuyos estatutos fueron aprobados por Real Cédula del 25 de Mayo de 1700. En 1731, el Claustro de la Universidad de Valladolid gestó la formación de una Academia Médica que fue aprobada ese mismo año, pero desapareció en 1740. En Madrid, diversos intelectuales que se reunían en la librería de José Hortega y Hernández, acreditado profesor de Farmacia, fundaron una sociedad a la que pusieron el nombre de Tertulia Literaria Médica. Esta tertulia fue la que en 1734, tras la aprobación de sus estatutos por Felipe V, se convirtió en la Academia Médica Matritense.

En 1783 se creó en Cartagena otra institución similar, que al año siguiente obtuvo la aprobación del Capitán General y Gobernador de la Plaza. En 1770 los médicos de Barcelona lograron permiso para formar una Academia Médica, pero hasta dieciséis años después el Rey no sancionó sus estatutos. Han quedado pocos datos de la Academia Médica de Granada aunque, por los estudios de Gómez Entralla, se puede deducir que existió antes de 1787. Estos son los únicos precursores españoles que se conocen de la Academia de Mallorca, no obstante hay que recordar también que en Málaga Manuel Fernández Barea creó, en 1752, una Academia de Ciencias Naturales y Buenas Letras en la que los médicos participaron de forma mayoritaria.

Por lo que respecta a Mallorca, en 1786 el Rector de la Universidad, a instancias de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, dirigió a todos los médicos de Palma una convocatoria para fundar una Academia Médico-Práctica; la propuesta consiguió una rápida y masiva adhesión. Para redactar sus normas de funcionamiento fueron elegidos el protomédico Antonio Vives, los catedráticos Rafael Evinent y Antonio Pablo Tugores, así como el médico Francisco Alemany. Una vez examinados y corregidos los estatutos, fueron propuestos por la citada Real Sociedad y se aprobaron en el Consejo del 20 de agosto de 1787. El Rey Carlos III firmó la Real Cédula fundacional de la Academia el 11 de diciembre de 1788.

Los estatutos empiezan con una declaración metodológica profundamente antisistemática: “Es constante que la Medicina jamás ha llegado al grado de perfección de que era capaz por el camino del sistema, antes deve solo sus adelantamientos à la experiencia, quien la fundó; de ahi es, que son tan recomendables, y necesarias las Academias para investigar la naturaleza, y sus arcanos con el devido discernimiento, y sólida crítica, caminando por la misma senda experimental, que abrieron los Antiguos, y mejoraron tantos Modernos”.

Los diez primeros artículos señalan las obligaciones de los académicos, consistentes fundamentalmente en presentar observaciones sobre alguna enfermedad interesante, remitir partes sanitarios semanales, confeccionar tablas meteorológicas-médicas y reunirse en caso de epidemia para intentar hallar los mejores medios para dominarla. En los artículos XI a XXIX se señalan los derechos y los deberes de los cargos que deben existir en la Academia: Presidente, Vicepresidente, dos Secretarios, un Censor, dos Celadores y cuatro Examinadores. Los artículos XXX a XXXIV se refieren a los socios y establecen muy claramente que no se podrá ejercer la medicina sin ser miembro de la Academia. Para los que se graduaran en el Colegio de Medicina y quisieran entrar a formar parte de la Academia era necesario practicar dos años en el hospital, haber frecuentado las juntas académicas y, finalmente, pasar un examen. En los artículos XXXV a XLV se dictan las normas a seguir en las juntas, que eran de tres clases: “literarias”, de periodicidad semanal, “generales”, que tenían lugar una vez al año y “particulares”, celebradas cuando el Presidente lo estimaba oportuno.

Dr. Francisco Ferrer y Cassa  

Los primeros años de esta institución no fueron fáciles. En la primera elección el 23 de mayo de 1789, salió electo como Presidente Antonio Vives i Mayol. Cuando se iba a celebrar la segunda elección, en octubre de 1790, se formaron dos grupos; uno en torno al primer Presidente y el otro apoyando a Juan Bautista Mas. Como no se logró el acuerdo, el conflicto llegó a la Audiencia, la cual dictaminó la suspensión de las actividades durante tres años. En 1793 tuvieron lugar las nuevas elecciones y salió elegido Presidente Rafael Evinent, que ocupó el cargo hasta 1799. Después, la Academia estuvo presidida por Francisco Alemany y entró en una progresiva inactividad. En esta primera época destacó Francisco Ferrer y Casa, antiguo Rector de la Universidad Literaria de Mallorca, que fue uno de los miembros más activos; presentó diez disertaciones manuscritas sobre temas higiénicos e históricos. 

Las causas de la progresiva decadencia de esta primera institución académica, no están del todo claras aunque la hipótesis mas plausible es que la Academia dejó de ser un instrumento útil para la defensa de los médicos frente a los cirujanos. Estuvo activa mientras sostuvo diversos pleitos contra algunos cirujanos que recetaban medicinas internas y la Audiencia dio la razón a los médicos. Sin embargo en 1799, las medidas promulgadas en Madrid relativas a la creación de la Junta General de Gobierno de la Facultad Reunida y la unión del Colegio de San Carlos con el Estudio de Medicina Práctica, así como la creación del título de “físico” y la modificación de la enseñanza de la Medicina, cambiaron el criterio de la Audiencia de Palma de Mallorca. A partir de entonces, se inclinó repetidamente a favor de los cirujanos. La decepción que sufrieron los académicos, que no veían recompensado su esfuerzo, debió ser tan grande que provocó la práctica desaparición de la Institución.

Durante sus años de funcionamiento, su actividad fue muy notable y se llegaron a leer 137 disertaciones, algunas de ellas sobre el interesante género de las topografías médicas. Las disertaciones, en las que se discutían casos clínicos o los aspectos teóricos más en boga en aquellos tiempos, dan una buena idea de los conocimientos médicos de la Mallorca de finales del XVIII y constituyen una parte imprescindible del patrimonio científico de las Illes Balears. Las condiciones de la primera mitad del siglo XIX fueron completamente distintas al Periodo Ilustrado, en el que había nacido la primitiva Academia.

A partir de la Guerra de la Independencia, el pueblo español se dividió en dos grandes mentalidades. Los afrancesados, liberales, y los absolutistas. Fernando VII tras unos inicios aperturistas se decantó rápidamente por el absolutismo y los liberales, que representaban las ansias de comunicación con los países más cultos y avanzados, quedaron en una situación débil y perdedora. Buena parte de los mejores científicos españoles tuvieron que emigrar por lo que la Medicina, y las ciencias en general, quedaron estancadas al hacerse muy difícil el intercambio de ideas con el resto de Europa. El absolutismo fue curiosamente el que hizo llegar a Mallorca, como a una especie de destierro, al botánico valenciano Gil o al ilustre químico catalán Francesc Carbonell i Bravo. En contrapartida, el más importante de nuestros científicos, Josep Mateu Orfila tuvo que realizar toda su obra científica y académica en Francia.

ANTECEDENTES INMEDIATOS Y FUNDACIÓN

Los orígenes de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Palma de Mallorca, sucesora de la Academia Médico- Práctica de Mallorca, hay que buscarlos en la reorganización médica que intentó Pedro Castelló bajo el gobierno de Calomarde. En 1827 se creó la Real Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía del Reino y el 28 de agosto de 1830 se dividió el Reino de España en varios distritos. En cada uno de ellos se estableció un Academia de Medicina y Cirugía, bajo la dependencia de la mencionada Junta Superior. Surgieron así las academias de Medicina y Cirugía de Madrid, Valladolid, La Coruña, Sevilla, Cádiz, Granada, Valencia, Barcelona, Zaragoza y Palma de Mallorca. Por lo que respecta a las Illes Balears, Miguel Noguera de Superna, antiguo catedrático de la Facultad de Medicina clausurada en 1820, fue comisionado para dirigir la nueva Institución y convocar a los socios de número nombrados por la Junta. Éstos fueron Francisco Oleo, Felipe Salom, Juan Nicolau, Rafael Cerdó, Gabriel Floriana, Damián Verger y Miguel Muntaner. Además el 15 de marzo de 1831 se completó el número de académicos al ser elegidos Pedro José Arabí, Juan Trías, Miguel Oleo y Mateo Castellà. El 22 del mismo mes se procedió al nombramiento de los otros directivos: Francisco Oleo, Vicepresidente; Miguel Muntaner, Secretario de Gobierno; Miguel Oleo, Secretario de correspondencias extranjeras, y Gabriel Floriana, Bibliotecario Archivero. El doctor Mateo Castellà quedo encargado de hacer las gestiones para que la Academia pudiera instalarse en el edificio de la extinguida Universidad. En el primer discurso, que se pronunció el 15 de abril de 1831, el citado Dr. Miguel Noguera manifestó sus esperanzas de que la nueva institución sirviese para “propagar” los remedios que fueran descubriéndose. Tres años después Floriana insistía en que la Academia debería recoger las doctrinas y observaciones de los distintos métodos curativos, compararlos entre sí y, a través de discusiones bien ordenadas, francas y sin espíritu de partido, analizarlas y resolverlas.

Miguel Noguera de Superna y Garau

EVOLUCIÓN HISTÓRICA

La Academia de Medicina y Cirugía de Palma de Mallorca se transformó en el único lugar que daba cobijo a las discusiones sobre asuntos médicos y, por tanto, en la puerta de entrada de las novedades que aparecían en aquel siglo tan innovador que fue el XIX. Los discursos que en ella se pronunciaron vera desfilar las tres mentalidades (anatomopatológica, fisiopatológica y etiológica) que dominaron sucesivamente el pensamiento médico a lo largo de esa centuria. Los argumentos que en estos discursos se argüían pasaron de ser muy teóricos a estar basados en pruebas objetivas. Dicho en otras palabras, a finales del siglo XIX el positivismo ya reinaba en la mentalidad de la mayoría de sus miembros.

Fue fundamental para la actividad científica que la Academia en 1882 promoviera la formación del Colegio Médico Farmacéutico, en cuyas tareas también participaron farmacéuticos y veterinarios. Este Colegio fue el creador de la Revista Balear de Medicina, Farmacia y Veterinaria (1885-1912), que ha sido sin duda la publicación de más alto nivel de las editadas en Mallorca y una de las mejores de la España de su tiempo. Bajo los auspicios de la Real Academia y del Colegio se crearon el Instituto Balear de Vacunación Directa, el Laboratorio Químico Biológico y el Instituto Balear de Antropología. Paralelamente al Colegio Medico Farmacéutico, que era de inscripción voluntaria, la Academia, con miembros elegidos por coaptación, siguió desarrollando un decisivo papel en lo que respecta a la modernización y entrada de nuevas ideas médicas en Mallorca. Esta función la Real Academia la ha continuado desarrollando, con mayor o menor eficacia, hasta nuestros días.

Durante la Guerra Civil y la post-guerra las tareas de la Academia se limitaron casi exclusivamente al estudio de la situación sanitaria de la isla, dando a conocer periódicamente la distribución geográfica de las enfermedades contagiosas.

Los académicos José Mª Rodríguez Tejerina, José Tomás Montserrat, Macià Tomás Salvá y Joana Mª Sureda Trujillo, han estudiado la historia de esta venerable Institución y su papel decisivo en la introducción de los conocimientos médicos de vanguardia en nuestras islas. Hasta la fecha, en la Real Academia han ingresado un total de 133 miembros numerarios y ha sido dirigida por 38 académicos.

En el año de su creación, la Real Academia estableció su sede en el Real Seminario Conciliar y cuatro años después (1835) se desplazó al Colegio de los Padres Jesuitas de la calle de Montesión. En 1920 la institución se vio forzada a buscar nueva sede, estableciéndose entonces en el Estudio General Luliano, hasta que dicho edificio quedó inutilizado en 1936 como consecuencia de uno de los bombardeos sufridos por la ciudad, motivo por el que la Real Academia debió trasladarse a la calle de San Francisco 1, hasta 1948, cuando fijó su sede en la calle Morey, 20. En 1996, gracias al generoso apoyo de la conselleria de Salud, ocupó la sede actual de la calle de Can Campaner, 4.

TRANSFERENCIA A LA COMUNIDAD AUTÓNOMA DE LES ILLES BALEARS

Desde el 22 de diciembre de 1994 forma parte, como Academia Asociada, del Instituto de España. Solo tienen esta consideración “las de mayor antigüedad, mayor prestigio y actividades más permanentes en pro de los fines académicos” (artículo 4º del Instituto de España).

El Consejo de Gobierno de la Comunidad Autónoma de las Illes Balears, mediante el Decreto nº 64, del 13 de mayo de 1994, asumió las competencias en materia de academias que tuvieron su sede en el territorio de las Illes Balears y se asignaron a la Conselleria d’Educació i Cultura. A pesar de esa dependencia administrativa, los sucesivos titulares de la Conselleria de Salut i Consum han sido los que han jugado un papel decisivo en el sostenimiento de la institución científica más antigua de nuestra Comunidad. 

Gracias a su apoyo la Real Academia de Medicina dispone de una sede estable, disfruta de un salón de actos envidiable y edita desde 1986 la revista científica Medicina Balear, de periodicidad cuatrimestral. En 2013 la revista se incorporó a la plataforma de la Biblioteca digital de les Illes Balears de la Universidad. En pocos meses pasó a ser la publicación balear líder en descargas: en 2015 Medicina Balear sumó más de 250.000 descargas de artículos y revistas completas.  

En 1999, para adaptarse al espíritu del Estatuto de Autonomía, pasó a denominarse Real Academia de Medicina de les Illes Balears. Sus actuales estatutos, aprobados en Sesión Extraordinaria del 2 de junio de 2015, fueron publicados en el BOIB nº181 de 12 de diciembre de 2015.

En 2013 pasó a depender de la Conselleria de Presidència con el propósito de asegurar el apoyo institucional preciso para favorecer la estabilidad, la independencia y la proyección de la Real Academia.

La Real Academia tiene en vigor diversos convenios suscritos, uno de ellos con la Universitat de les Illes Balears (UIB), y otro con el Institut d’Estudis Catalans (IEC). Con la Universidad, la Real Academia colabora desde 2015 en la impartición de actividades formativas de los programas de doctorado.

De Izquierda a derecha: Matías Tomás Salva, José Tomás Monserrat, Alfonso Ballesteros Fernández y Bartolomé Anguera Sansó, últimos 4 presidentes de la Real Academia de Medicina